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jueves, 19 de septiembre de 2013

El sino del poeta

Un Objeto que estaba caminando por el Camino Real, envuelto en honda medi­tación y en poca cosa más, súbitamente se encontró ante las puertas de una ciudad extraña. Cuando solicitó ser admitido, fue detenido como indigente y llevado ante el Rey.
-¿Quién eres -interrogó el Rey, y cómo te ganas la vida?
-Soy Snouter el descuidista -replicó el Objeto, inventando rápidamente, car­terista.
El Rey estaba por ordenar su liberación, cuando el Primer Ministro sugirió que exa­minaran los dedos del prisionero. Se des­cubrió que estaban muy achatados y enca­llecidos en los extremos.
-¡Ja! -exclamó el Rey- ¡Se lo dije! Es adicto a contar sílabas. Un poeta. Llé­venlo con el Gran Señor Disuasor del Há­bito de la Cabeza.
-Mi señor -dijo el Inventor Ordinario de Penas Ingeniosas-, me atrevo a sugerir un castigo más sagaz.
-Dígalo -contestó el Rey.
-¡Permitirle que conserve esa cabeza! Eso fue lo que se ordenó.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El secreto de la felicidad

Habiéndose enterado por obra de un ángel, que Noreddin Becar era el hombre más feliz del mundo, el Sultán ordenó que lo trajeran a palacio, y le dijo:
-Impárteme, te lo ordeno, el secreto de tu felicidad.
-Oh, padre del sol y de la luna -res­pondió Noreddin Becar, yo no sabía que era feliz.
-Ese -dijo el Sultán, es el secreto que yo buscaba.
Noreddin Becar se retiró profundamen­te afligido, temiendo que su recién descu­bierta felicidad lo abandonara.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El santo y el alma

San Pedro estaba sentado a la puerta del Paraíso, cuando se aproximó un Alma y, haciendo una cortés reverencia, le ex­tendió su tarjeta.
-Lo siento mucho, señor -dijo San Pedro, después de leer la tarjeta, pero realmente no puedo admitirlo. Usted tiene que ir al Otro Lado. Lo siento, señor, lo siento mucho.
-No importa -dijo el Alma; he pa­sado todo el mes en un balneario, y el cambio será agradable. Sólo venía a pre­guntar si mi amigo Elihu Root está aquí.
-No, señor -replicó el Santo; el Sr. Root no está muerto.
-Oh, eso lo sé -dijo el Alma. Pen­sé que podría estar visitando a Dios.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El salteador de caminos y el viajero

Un Salteador de Caminos enfrentó a un Viajero, y apuntándole con un arma de fuego, le gritó:
-¡El dinero o la vida!
-Mi querido amigo -dijo el Viajero, de acuerdo con los términos de su exigen­cia mi dinero salvará mi vida, mi vida mi dinero; usted indica que se apoderará de una o de lo otro, pero no de ambos. Si es­to es lo que usted quiere decir le ruego que sea bueno y tome mi vida.
-No es eso lo que quiero decir -re­plicó el Salteador; usted no puede salvar su dinero renunciando a su vida.
-Entonces, tómela de todos modos -dijo el Viajero. Si no sirve para salvar mi dinero, no sirve para nada.
Tanto agradaron al Salteador la filosofía y el ingenio del Viajero, que lo tomó como socio y esta espléndida combinación de talentos fundó un periódico.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El rey sin huesos

Unos Monos que habían depuesto a su rey se hundieron de inmediato en la disen­sión y la anarquía. En este trance, enviaron una Diputación a una tribu vecina, para consultar al Mono Más Viejo y Más Sabio del Mundo.
-Hijos -dijo el Mono Más Viejo y Más Sabio del Mundo, una vez que escu­chó a la Diputación, hicieron bien en li­brarse de la tiranía, pero la tribu de ustedes no está suficientemente adelantada como para pasarla sin la monarquía. Tienten al tirano con falsas promesas para que vuel­va, mátenlo y entronícenlo. Aun el esque­leto del más ilegal de los déspotas hace un buen soberano constitucional.
Ante estas palabras, la Diputación se mostró muy confundida.
-Eso es imposible -dijeron, alejándo­se. Nuestro rey no tiene esqueleto; era un rey de paño.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El puro perro

Un León, viendo a un Perro de Lanas, estalló en carcajadas ante lo ridículo del espectáculo.
-¿Quién vio alguna vez una bestia tan pequeña? -dijo.
-Es muy cierto -dijo el Perro de La­nas, con austera dignidad- que soy pe­queño; pero le ruego que tome nota, señor, de que soy puro perro.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El principio moral y el interes material

Un Principio Moral se encontró una vez con un Interés Material, en tren de cruzar un puente sobre el que sólo había paso pa­ra uno.
-¡Arrójate, ruin -tronó el Principio Moral, y déjame pasar encima de ti!
El Interés Material simplemente miró al otro en los ojos, sin decir palabra.
-¡Ah! -dijo el Principio Moral, vaci­lante. Echemos suertes, para ver quién de nosotros se aparta hasta que el otro ha­ya cruzado.
El Interés Material mantuvo su inquebran­table silencio y su imperturbable mirada.
-Con el fin de evitar un conflicto -vol­vió a hablar el Principio Moral, ya un poco incómodo, yo mismo me voy a echar, y te permitiré pasar por encima.
Entonces el Interés Material recuperó el habla.
-No creo que seas un buen paseo -di­jo. Soy un poco exigente acerca de lo que piso. Supongamos que te arrojas al agua.
Y así se hizo.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El poeta y el editor

-Mi querido señor -dijo el Editor al Poeta que lo visitaba para hablar de la pu­blicación de su poema, lamento decir que debido a un infortunado altercado en esta oficina, la mayor parte de su manus­crito es ilegible; se derramó sobre él una botella de tinta, manchando todo salvo la primera línea, es decir: "Las hojas de oto­ño caían, caían". Desafortunadamente, no habiendo leído el poema, fui incapaz de recordar los incidentes que seguían; de otro modo, podríamos haberlos ofrecido con nuestras propias palabras. Si la noticia no ha perdido interés y no apareció ya en otros periódicos, quizás usted tendrá la amabilidad de relatarnos lo ocurrido, mientras yo tomo notas. "Las hojas de oto­ño caían, caían". Prosiga.
-¿Qué? -dijo el Poeta. ¿Espera que yo reproduzca todo el poema de memoria?
-Sólo la sustancia... sólo los hechos conducentes. Nosotros agregaremos lo que sea necesario para amplificarlo y embelle­cerlo. Sólo le llevará un momento. "Las ho­jas de otoño caían, caían". Adelante.
Se escuchó el sonido de un lento levan­tarse e irse, mientras el cronista de sucesos efímeros permanecía inmóvil, con su plu­ma suspendida; y cuando el movimiento se completó, la Poesía sólo quedó repre­sentada en ese lugar, por un sitio tibio en una silla.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El poeta impotente

Un poeta que nunca hacía el correcto escandido de sus versos, fue emplazado a presentarse ante el Rey, quien le ordenó que dijera algo en su defensa para evitar ser condenado a muerte.
-Si tu oído es imperfecto -dijo el Rey, podrías contar tus sílabas con los dedos, como un trabajador honesto.
-Yo cuento mis sílabas -dijo el Poeta, reverentemente. Pero observe: a mi ma­no izquierda le falta un dedo... lo mordió un crítico.
-Entonces -dijo el Rey, ¿por qué no los cuentas con la mano derecha?
-¡Cielos! -fue la respuesta del poeta, mientras elevaba su mutilada izquierda. ¡Eso es imposible... no tengo nada con qué contar! El dedo que me falta es el ín­dice.
-¡Hombre infortunado! -exclamó con simpatía el monarca. Tenemos que hacer que tus limitaciones e incapacidad no te pesen. Escribirás para las revistas.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El pescador y el pescado

Un Pescador que había atrapado un Pez muy pequeño lo estaba poniendo en su cesto, cuando el pez le habló:
-Te suplico que me arrojes de vuelta al agua, porque no puedo serte útil; los dio­ses no comen peces.
-Yo no soy un dios -dijo el Pescador.
-Es cierto -dijo el Pez, pero apenas Júpiter se entere de tu proeza te elevará a la deidad. Eres el único hombre que algu­na vez haya pescado un pez pequeño.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El perro y el doctor

Un Perro que había visto a un Doctor concurrir al entierro de un paciente adine­rado, le dijo:
-¿Cuándo vas a desenterrarlo?
-¿Por qué habría de desenterrarlo? -preguntó el Doctor.
-Cuando yo entierro un hueso -dijo el Perro, es con la intención de desente­rrarlo posteriormente, descarnarlo y sacar­le el jugo.
-Los huesos que yo entierro -dijo el Doctor, son aquellos a los que ya nada puedo sacar.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El pavimentador

Un Autor vio a un Trabajador colocan­do piedras en el pavimento de una calle, y aproximándose, le dijo:
-Amigo mío, usted parece fatigado. La ambición es un duro capataz.
-Estoy trabajando para el Sr. Jones -res­pondió el Trabajador.
-Bueno, arriba ese ánimo -siguió el Autor. La fama llega cuando menos se la espera. Hoy usted es pobre, oscuro y está desanimado, pero mañana su nombre pue­de sonar en todo el mundo.
-¿De qué me está hablando? -dijo el Trabajador. ¿No puede un honesto pavi­mentador hacer su trabajo en paz, y ganar con él su dinero, y vivir de él, sin que otros vengan a decir disparates acerca de la am­bición y de la esperanza de fama?
-¿Y no puede hacerlo un honesto es­critor? -dijo el Autor.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El patriota y el banquero

Un Patriota que, siendo pobre, había accedido a un puesto en el gobierno, y lo había abandonado rico, se presentó en un Banco, donde deseaba abrir una cuenta.
-Con mucho gusto -dijo el Banquero Honesto- será un placer para nosotros hacer negocios con usted; pero primero tiene que convertirse en un hombre ho­nesto, devolviendo todo lo que robó desde el Gobierno.
-¡Bendito cielo! -exclamó el Patrio­ta. Si hago eso, no me quedará nada pa­ra depositar en el Banco.
-No me parece -respondió el Ban­quero Honesto. Nosotros no somos todo el pueblo americano.
-Ah, comprendo -contestó el Patrio­ta, reflexionando. ¿En cuánto estima la proporción que le corresponde al Banco, del dinero que el país perdió por mí?
-Un dólar -respondió el Banquero Honesto.

Y con orgullosa conciencia de servir a su país con sabiduría y propiedad, cargó esa suma en la cuenta.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El patriota ingenioso

Habiendo obtenido una audiencia del Rey, un Patriota Ingenioso extrajo un papel del bolsillo, diciendo:
-Espero que esta fórmula que tengo aquí para construir un blindaje que ningún cañón puede perforar sea del agrado de Su Majestad. Si este blindaje es adoptado en la Armada Real, nuestros barcos de guerra serán invulnerables, y por consiguiente in­vencibles. Aquí, también, están los infor­mes de los Ministros de Su Majestad, certi­ficando el valor de la invención. Me des­prenderé de mis derechos sobre ella por un millón de tumtums.
Tras examinar los papeles, el Rey los apartó, y le prometió una orden del Teso­rero Mayor del Departamento de Exacción por el valor de un millón de tumtums.
-Y aquí -dijo el Patriota Ingenioso, extrayendo otro papel de otro bolsillo­están los planos de un cañón de mi inven­ción, que perforarán ese blindaje. El Real hermano de Su Majestad, el Emperador de Bang, está ansioso por comprarlo, pero mi lealtad al trono y a la persona de Su Ma­jestad me obliga a ofrecerlo primero a Su Majestad. Su precio es de un millón de tumtums.
Habiendo recibido la promesa de otro cheque, hundió su mano en otro bolsillo, diciendo:
-El precio del cañón irresistible hubie­se sido mucho mayor, Su Majestad, si no fuese por el hecho de que sus proyectiles pueden ser efectivamente desviados por mi peculiar método de tratar las corazas blindadas con un nuevo...
El Rey hizo al Gran Factótum una seña para que se aproximara.
-Revisa a este hombre -le dijo, e infórmame cuántos bolsillos tiene.
-Cuarenta y tres -dijo el Gran Factó­tum, tras completar el escrutinio.
-Puede complacer a Su Majestad -ex­clamó el Patriota Ingenioso, presa del te­rror, saber que uno de ellos contiene ta­baco.
-Cuélguenlo de los tobillos y sacúdan­lo bien -dijo el Rey. Después entré­guenle un cheque por cuarenta y dos mi­llones de tumtums y mátenlo. En este acto decreto que la ingenuidad es un crimen capital.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El padre y los hijos

Un Padre afligido por una familia de Hijos pendencieros, les exhibió un atado de varas y pidió a los jóvenes que lo rom­pieran. Tras repetidos esfuerzos, admitie­ron que les resultaba imposible.
-Vean -dijo el Padre- las ventajas de la unidad; mientras esas varas permanecen unidas son invencibles; y observen lo débi­les que se muestran individualmente.
Sacando una vara del atado, fácilmente la rompió en la cabeza del Hijo mayor, y repitió el procedimiento hasta que todos fueron servidos.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El oficial de policia y el malhechor

Un Jefe de Policía que vio a un Oficial golpeando a un Malhechor se indignó mu­chísimo, y le dijo que no debía volver a hacer algo así, bajo pena de destitución.
-No sea tan duro conmigo, jefe -dijo el Oficial, sonriendo. Lo estaba golpean­do con un bastón de paño relleno.
-Así y todo -insistió el jefe de Poli­cía, usted se tomó una libertad que tie­ne que haberle resultado muy desagrada­ble, aunque no le haya hecho daño. Sírva­se no repetirla.
-Pero -dijo el Oficial, todavía sonrien­te, era un Malhechor de paño relleno.
Al tratar de expresar su complacencia, el jefe de Policía extendió su brazo dere­cho con tanta violencia que la piel se le rasgó en el sobaco y un chorro de arena cayó de la herida. Era un jefe de Policía de paño relleno.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El milano, las palomas y el halcon

Unas Palomas expuestas a los ataques de un Milano solicitaron a un Halcón que las defendiera. El Halcón consintió. Admi­tido entre ellas, esperó al Milano, se aba­lanzó sobre él y lo devoró. Cuando estuvo tan saciado que casi no podía moverse, las agradecidas Palomas le arrancaron los ojos.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El medico compasivo

Un Médico de Buen Corazón sentado a la cabecera de un paciente aquejado por una enfermedad incurable y dolorosa, es­cuchó un ruido tras él, y volviéndose vio a un Gato que se reía de los débiles esfuer­zos de un Ratón herido, por arrastrarse fuera de la habitación.
-¡Bestia cruel! -exclamó. ¿Por qué no lo matas de una vez, como una dama?

Levantándose, sacó al Gato a puntapiés de la habitación, y recogiendo al Ratón, compasivamente lo arrebató a sus sufri­mientos retorciéndole el cuello. Requerido desde el lecho por los gemidos de su pa­ciente, el Médico de Buen Corazón admi­nistró un estimulante, un tónico y un nu­triente, y se fue.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El congreso y el pueblo

Los sucesivos Congresos habían empo­brecido enormemente al Pueblo, que esta­ba desanimado y lloraba copiosamente.
-¿Por qué lloran? -indagó un Angel que se había posado en un árbol cercano.
-Nos han sacado todo lo que teníamos -fue la respuesta, excepto -añadió el Pueblo, al darse cuenta de quién era el lla­mativo visitante, excepto nuestra espe­ranza del Paraíso. ¡Gracias a Dios que no pudieron quitarnos eso!

¡Pero al fin llegó el Congreso de 1889!

1.007.5 Briece (Ambrose)

El caballo de guerra y el molinero

Habiéndose enterado de que el Estado estaba a punto de ser invadido por un ejér­cito hostil, un Caballo de Guerra pertene­ciente a un Coronel de la Milicia ofreció sus servicios a un Molinero que por ahí pa­saba.
-No -dijo el patriota Molinero, no emplearé a uno que abandona sus posi­ciones a la flora del peligro. Es hermoso morir por la propia patria.

Algo en esta opinión le sonó familiar al Caballo de Guerra, y mirando más de cer­ca al Molinero, reconoció a su dueño dis­frazado.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El buen gobierno

-¡Qué territorio feliz eres! -dijo una Forma Republicana de Gobierno a un Es­tado Soberano. Sé bueno y quédate quieto en tanto paseo encima de ti, can­tando los elogios del sufragio universal y disertando sobre las bendiciones de la li­bertad civil y religiosa. Mientras, puedes mitigar tus penas maldiciendo al poder uni­personal y a las decadentes monarquías de Europa.
El Estado replicó:
-Mis servidores públicos han sido ton­tos y pillos, desde la fecha de tu ascenso al poder; mis cuerpos legislativos -tanto los estatales como los municipales- son ban­das de ladrones; mis impuestos son inso­portables; mis Cortes, corruptas; mis ciu­dadades, una desgracia para la civiliza­ción; mis corporaciones tienen sus manos en la garganta de todos los intereses parti­culares... La totalidad de mis asuntos está en desorden y en criminal confusión.

-Cuanto dices es muy cierto -respon­dió la Forma Republicana de Gobierno, poniéndose sus zapatos claveteados, pe­ro considera cómo te emociono cada Cua­tro de julio.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El asunto principal

Un Poeta que ofrecía su obra a un Edi­tor dijo:
-Este es un poema pequeño, pero el asunto principal es la calidad. Me atrevo a pensar que usted lo considerará auténtica poesía.
Después de leerlo, el Editor lo puso en un cajón, y extendiéndole al Poeta una moneda de diez centavos, dijo:

-Esta es una moneda pequeña, pero soy tan temerario como para esperar que usted quedará encantado con su pureza. Es casi toda de plata.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El astronomo literario

El Director de un Observatorio, que ha­bía descubierto la luna, con un refractor de treinta y seis pulgadas, fue muy apura­do a ver al Editor de un Periódico, con una extensa narración del evento.
-¿Cuánto? -preguntó sentenciosa­mente el Editor, sin apartar la mirada de su ensayo sobre la circularidad de la perspec­tiva política.
-Ciento sesenta dólares -replicó el hombre que había descubierto la Luna.
-Ni la mitad de eso sería suficiente -fue el comentario del Editor.
-¡Hombre generoso! -exclamó el As­trónomo, ardiendo de cálidos y elevados sentimientos. Págueme, entonces, lo que quiera.
-Mi gran y buen amigo -dijo suave­mente el Editor, levantando la vista de su trabajo. No nos entendemos, parece. El que tiene que pagar es usted.
El Director del Observatorio tomó el manuscrito y se fue, explicando que nece­sitaba corrección, que había omitido po­ner el punto a una m.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El anciano y el alumno

Un Hermoso Anciano se encontró con el Alumno de una escuela dominical, y po­sando tiernamente su mano en la cabeza del chico, le dijo:
-Hijo mío, escucha las palabras de los sabios y sigue el consejo de los rectos.
-Muy bien -respondió el Alumno de la escuela dominical. Prosigue.
-Oh, en realidad no tengo nada que decirte -dijo el Hermoso Anciano. Só­lo estaba observando una de las costum­bres de mi edad. Yo soy un pirata.

Y cuando retiró su mano de la cabeza del chico, este advirtió que su cabellera estaba llena de sangre coagulada. El Her­moso Anciano siguió su camino, instru­yendo a otros jóvenes.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El anarquista reformado

Un famoso Anarquista naufragó, y el mar lo arrojó a las playas de la isla de Gowqueechi, habitada por la antigua y po­derosa tribu de los Tumtum. Fue descu­bierto y llevado ante el Jamgrogrum, que le preguntó cuál era su fe política.
-Le preguntamos esto a todos los ex­tranjeros -explicó el Jamgrogrum, con la esperanza de conocer algún día princi­pios políticos superiores a los nuestros.
-Soy un Anarquista -respondió el re­cién llegado. Sostengo que todos los go­biernos son perversos, todas las leyes opre­sivas. Enseño que todos los Jamgrogra de­berían ser asesinados.
El monarca llamó al Primer Ministro a su lado, y tras susurrarle ciertas instruccio­nes, se retiró.
Al día siguiente, una vez que el Primer Ministro se presentó en palacio, y comió un puñado de lodo, como la etiqueta de la corte lo exigía, el Jamgrogrum le pidió no­ticias del Anarquista.
-Lo hice llevar a los baños, y fue cui­dadosamente bañado.
-¿Y entonces?
-Cuando se le preguntó, de acuerdo con las instrucciones de su Majestad, si to­davía era un Anarquista, respondió que ningún tratamiento, por duro y cruel que fuera, alteraría sus convicciones.
-Entonces -exclamó el Jamgrogrum, con el aire decepcionado de alguien pri­vado del cumplimiento de una ilusión lar­gamente anhelada- mi teoría acerca de la unidad de la suciedad y el anarquismo ha sido refutada.

-No, su Majestad -dijo el Primer Mi­nistro; murió diez minutos después del baño.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El anarquista engatado

Un Orador Anarquista a quien cierto Respetuoso de la Ley le arrojó a la cara un Gato Muerto, hizo detener y llevar ante un magistrado al Gato Muerto.
-¿Por qué recurres a la Ley -dijo el Magistrado, si tú estás por la abolición de la ley?
-Eso -replicó el Anarquista- no es asunto suyo; no estoy obligado a ser consistente. Usted está sentado aquí pa­ra hacer justicia entre este Gato Muerto y yo.
-Muy bien -dijo el Magistrado, con expresión solemne, poniéndose el birrete negro; como el acusado no se defiende, y es indudablemente culpable, lo condeno a ser comido por el ejecutor público; y co­mo ocurre que este cargo está vacante, lo designo a usted, sin contrato.

Uno de los más deleitados espectadores de la ejecución fue el desconocido Respe­tuoso de la Ley que había arrojado al con­denado.

1.007.5 Briece (Ambrose)

El administrador partidario y el caballero

Un Administrador de un Partido le dijo a un Caballero, que estaba ocupándose de sus propios asuntos:
-¿Cuánto pagará por una candidatura a un cargo?
-Nada -replicó el Caballero.
-Pero contribuirá con algo a los fon­dos de la campaña para apoyar su elec­ción ¿no? -preguntó el Administrador del Partido, guiñando el ojo.
-Oh, no -dijo seriamente el Caballe­ro. Si el pueblo desea que trabaje para él debe emplearme sin que yo lo solicite. Es­toy muy bien sin ningún cargo.
-Pero -lo urgió el Administrador del Partido, un nombramiento es algo desea­ble. Es un gran honor ser un servidor del pueblo.
-Si el servicio del pueblo es un gran honor -dijo el Caballero- sería indecen­te de mi parte buscarlo; y si lo obtuviera por mi propio esfuerzo, dejaría de ser un honor.
-Bueno -insistió el Administrador del Partido, espero que al menos endosará la plataforma partidaria.
El Caballero replicó:
-Es improbable que sus autores hayan expresado fielmente mis puntos de vista sin consultarme; y si endoso su obra sin aprobarla sería un mentiroso.
-¡Usted es un hipócrita detestable y un idiota! -gritó el Administrador del Parti­do.

-Ni siquiera su buena opinión acerca de mi idoneidad me convencerá -replicó el Caballero.

1.007.5 Briece (Ambrose)

Economizado fuerza

Un Hombre Débil que iba colina abajo se encontró con un Hombre Fuerte que su­bía, y le dijo:
-Vengo en esta dirección porque re­quiere menos esfuerzo, no porque lo haya elegido. Le ruego, señor, que me ayude a volver a la cumbre.

-Me alegrará hacerlo -dijo el Hom­bre Fuerte, con el rostro iluminado por una gloriosa idea. siempre he considerado a mi fuerza un don sagrado que se me con­fió para bien de mi prójimo. Lo llevaré arriba conmigo. Póngase detrás de mí y empuje.

1.007.5 Briece (Ambrose)

Dos medicos

Un Viejo Inicuo, sintiéndose enfermo, envió por un médico, que le recetó unas medicinas y se fue. Entonces el Viejo Ini­cuo envió en busca de Otro Médico, al que no le dijo nada del anterior; este nue­vo médico le prescribió un tratamiento completamente diferente. Esto continuó durante unas semanas: los médicos lo vi­sitaban en días alternados y lo trataban por dos desórdenes distintos, con dosis de medicina en constante aumento y cuida­dos cada vez más rigurosos. Pero un día se encontraron accidentalmente junto a su lecho mientras él dormía, y al salir a luz la verdad, una violenta disputa se pro­dujo.

-Mis buenos amigos -dijo el pacien­te, despierto por el ruido de la discusión, y adivinando su causa, les ruego que sean más razonables. Si yo pude soportarlos a los dos a la vez durante semanas, ¿no pue­den soportarse entre ustedes un ratito? Ha­ce diez días que me siento bien, pero me he quedado en cama con la esperanza de obtener mediante el reposo las fuerzas que me harían falta para tomar sus medicinas. Hasta ahora no las he tocado.

1.007.5 Briece (Ambrose)

Diplomacia

-¡Si usted no somete mi reclamo a ar­bitraje -escribió el Presidente de Omohu al Presidente de Modugy, tomaré inme­diatas medidas para satisfacerlo por mis propios medios!
-Señor -contestó el Presidente de Modugy, puede irse al diablo con su amenaza de guerra.

-Mi gran y buen amigo -escribió el otro, usted confunde el carácter de mi comunicación. Es un antepenultimátum.

1.007.5 Briece (Ambrose)

Desengaño

Un Perro que había estado persiguien­do su propia cola abandonó la caza y se echó a reposar, encogido. En su nueva postura, descubrió que su cola estaba al alcance de sus dientes. La mordió con avi­dez, pero la soltó de inmediato, respingan­do por el dolor.

-Después de todo -dijo, hay más alegría en la persecución que en la pose­sión.

1.007.5 Briece (Ambrose)

De lo general a lo particular

Un Hombre Sincero le dijo a su Esposa:
-No puedo permitir que me imagines mejor de lo que soy. Tengo muchos vicios y debilidades.
-Eso es sólo lo natural -dijo ella, son­riendo dulcemente; ninguno de nosotros es perfecto.
Envalentonado por su magnanimidad, él le confesó una mentira particular que le había dicho una vez.
-¡Abominable canalla! -gritó ella, y golpeó tres veces con sus manos.

Apareció un gigantesco esclavo nubio, que despachó al marido con una cimitarra.

1.007.5 Briece (Ambrose)

Consuelo

Un Gran País había reivindicado su co­raje y su bravura a través de quince derro­tas en las cuales las tropas enemigas no su­frieron ninguna baja, y su Primer Ministro pidió la paz.
-No seré duro con ustedes -dijo el Vencedor: conservarán todo excepto sus colonias, su libertad, el crédito y su auto­estima.

-Ah -dijo el Primer Ministro, usted es verdaderamente magnánimo; nos deja nuestro honor.

1.007.5 Briece (Ambrose)

Compensacion

Dos Mujeres en el paraíso reclamaban a un Hombre que acababa de llegar.
-Yo fui su esposa -dijo una.
-Yo su amante -señaló la otra.
San Pedro le dijo al hombre:

-Baja al Otro Lugar... Ya has sufrido bastante.

1.007.5 Briece (Ambrose)

Como se llega al ocio

Un Hombre para Quien el Tiempo era Oro, que estaba engullendo su desayuno, muy apurado por atrapar un tren, había apoyado el periódico contra la azucarera y leía mientras comía. En su apuro y abs­tracción, se clavó un tenedor en el ojo de­recho, y al extraer el tenedor, el ojo salió con él. Desde entonces, cada vez que compraba anteojos, se veía obligado a de­rrochar inútilmente su dinero en cristales para el ojo derecho, y este dispendio lo re­dujo pronto a la pobreza, por lo cual el Hombre para Quien el Tiempo era Oro se vio obligado a ganarse la vida pescando desde la punta de un muelle.

1.007.5 Briece (Ambrose)