En el recreo todos jugaban a la gallinita ciega.
Castor tenía los ojos vendados y tocó a Erizo, con tan mala suerte que unas
púas se le clavaron en la pata. De la herida de Castor salió mucha sangre.
Erizo se sintió culpable y se quedó fuera del corro.
Ahora le tocaba a Cocodrilo jugar con los ojos
tapados. Sin querer, pisó un trozo de vidrio y se hizo un gran corte en una
pata Pero lo peor fue que se le quedaron clavados muchos trocitos de vidrio en
la carne Buscaron unas pinzas para sacarlos pero nadie tenía. Entonces, Erizo
se arrancó dos púas e hizo con ellas unas estupendas pinzas. ¡Todo arreglado!
Tras esto, Erizo volvió a jugar a la gallinita ciega
con los demás animalitos.
«Las buenas acciones al final tienen su recompensa.»
0.999.5 anonimo fabula,