«No sé cómo hay
jumento
Que, teniendo un
adarme de talento,
Quiera meterse a
burro de hortelano.
Llevo a la plaza
desde muy temprano
Cada día cien
cargas de verdura,
Vuelvo con otras
tantas de basura,
Y para minorar mi
pesadumbre,
Un criado me azota
por costumbre.
Mi vida es ésta;
¿qué será mi muerte,
Como no mude
Júpiter mi suerte?»
Un Asno de este
modo se quejaba.
El dios, que sus
lamentos escuchaba,
Al dominio le
entrega de un tejero.
«Esta vida, decía,
no la quiero:
Del peso de las
tejas oprimido,
Bien azotado, pero
mal comido,
A Júpiter me voy
con el empeño
De lograr nuevo
dueño.»
Envióle a un
curtidor; entonces dice:
«Aun con este amo
soy más infelice.
Cargado de pellejos
de difunto
Me hace correr sin
sosegar un punto,
Para matarme sin
llegar a viejo,
Y curtir al
instante mi pellejo.»
Júpiter, por no oír
tan largas quejas,
Se tapó lindamente
las orejas,
Y a nadie escucha,
desde el tal pollino,
Si le hablan de
mudanza de destino.
Sólo en verso se
encuentran los dichosos,
Que viven ni
envidiados ni envidiosos.
La espada por feliz
tiene al arado,
Como el remo a la
pluma y al cayado;
Mas se tiene por
míseros en suma
Remo, espada,
cayado, esteva y pluma.
Pues ¿a qué estado el hombre llama bueno?
1.045.5 Samaniego (Felix Maria)