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martes, 24 de septiembre de 2013

El lince ciego

Romualdo era un lince y el mejor vigía de Picolandia, el país de las cumbres más altas de la Tierra. Se pasaba la mayor parte del día en su puesto de observación del Pico de las Estrellas, a miles de metros sobre el nivel del mar.
Una mañana, Romualdo se despertó completamente ciego. Una misteriosa enfermedad era la causante de su desgracia. Desesperado, Romualdo se retiró a lo más profundo del bosque, pero el rey, agradecido por el trabajo que había hecho tantos años, le mandó llamar para que viviera con él en el palacio real el resto de su vida.

«Es una gran desgracia haber perdido la vista, pero los buenos amigos te ayudarán.»

0.999.5 anonimo fabula, 

El leopardo pelotilla

Un leopardo «pelotilla» se pasaba las horas alabando al profesor Gorila. Leopardo caía mal a sus compañeros y a los profesores del colegio. Su «pelotilleo» era tan insoportable que sus compañeros se pusieron de acuerdo con el profesor Gorila para darle un escarmiento. Una mañana, Leopardo, como era habitual, llegó a clase el primero. Cuando apareció el profesor Gorila sus compañeros no estaban. ¡Qué ocasión! Leopardo: fue hacia el profesor y le contó:
-Querido profesor, he visto a media clase jugando al fútbol. ¡Me han dicho que estaban haciendo novillos!
-No consiento que ningún alumno mienta en mi clase. Te castigo toda la semana por acusica y mentiroso. Están jugando al fútbol con mi permiso -dijo el profesor Gorila.
Desde aquel día, Leopardo cambió. No volvió a comportarse como un «pelotilla».

«El pelotilla y acusica no tiene amigos de verdad.»

0.999.5 anonimo fabula, 

El leopardo burlado

El leopardo no había cazado nada ese día, así que estaba cansado, de mal humor y hambriento. De vuelta a casa, vio a lo lejos una paloma que se miraba en un charco. Sin dudarlo, se lanzó sobre ella.
La paloma, al verse en las garras del leopardo, con gran tranquilidad le dijo:
-Reconozco que estoy en tus garras y vas a comerme, pero antes quisiera que me con cedieses un deseo. Me entusiasma oír tu rugido, ¡es tan poderoso...! ¡Sé bueno y compláceme
Será mi último deseo.
El leopardo dudó unos instantes. La paloma estaba bien asegura-da en sus fauces. ¿Por qué iba a negarse? Era su último deseo.
Dio un rugido largo y profundo, pero para hacerlo tuvo que abrir la boca, momento que aprovechó la paloma para huir volando.
De esta manera, el leopardo vio su vanidad burlada, pues la paloma fue más liste.

«Si eres vanidoso verás que muchas cosas perderás.»

0.999.5 anonimo fabula, 

El leopardo borrachin

Papá Leopardo se pasaba el día bebiendo, no agua ¡sino vino! Bebía tanto que todos se daban cuenta. Los animales nocturnos lo veían pasar con luna o sin ella, dando traspiés, camino de su casa, borracho como una cuba. ¡Triste vicio el suyo!
Su esposa se enfadaba con él a causa de su conducta cuando llegaba a altas horas de la noche.
Las disputas eran continuas y los hijos se avergonzaban de su padre, pues nunca estaba sereno.
Aparte de este defecto, don Leopardo era muy simpático, de modo que tenía muchos amigos. Entre todos se esforzaron por apartarlo del vicio.
No lo han conseguido del todo, pero don Leopardo se ha hecho el firme propósito de dejar la bebida.

«Todos los vicios son malos y el de beber es muy amargo.»

0.999.5 anonimo fabula, 

El leon y la ardillita

Un león descansaba bajo un árbol. De pronto, una ardillita muy imprudente pasó junto al rey de la selva. Este sintió ganas de jugar con la ardillita y la persiguió; el pobre animalito pensó que el león quería comérsela.
-Si me dejas ir, te ayudaré a luchar contra tus enemigos -dijo la ardillita llena de miedo para intentar salir viva.
-¡Ja, ja! ¿Ayudarme tú, insignificante bichejo? ¡Ando, vete y no me impacientes! -respondió despectivo el león.
Un día, el orgulloso león cayó en una trampa; intentó escapar de la red, pero no lo consiguió. Entonces apareció la ardillita que, pacientemente, empezó a cortar la red con sus afilados dientecillos. De esta manera, el león se libró. Arrepentido, dijo:
-Perdóname, ardillita. No volveré a reírme de ti. Me has dado una lección.

«Sabio es el que reconoce sus errores.»

0.999.5 anonimo fabula, 

El leon y el mosquito

Un orgulloso león fue atacado por un mosquito. En vano trataba el león de defenderse. El mosquito caía una y otra vez sobre él clavándole su aguijon. El león se revolcaba y saltaba tratando de matar al mosquito, pero sus esfuerzos eran inútiles.
Lleno de picaduras e hinchado, el león se tumbó en el suelo derrotado y molesto. El mosquito se alejó henchido de alegría y muy ufano, pero al poco tiempo cayó en la terrible red de una araña. Esta, al ver su presa, comentó con desprecio:
-¡Bah! Creí que había capturado un animal más importante. ¡Qué decepción!, y se lo comió.

«Aunque puedas atacar, otros te pueden ganar.»

0.999.5 anonimo fabula, 

El lenguaje del patito

Había una vez un patito muy gordito que quería conocer mundo. Sin embargo, su mamá nunca lo llevaba de viaje, pues era peligroso, hasta que un día se decidió y se marchó de casa a vagabundear por ahí.
Andando, se encontró con un gatito que lo saludó con un leve maullido.
-Miau, miau -repetía una y otra vez. El patito quería imitarle, pero no podía.
Más adelante encontró a otros animalitos; primero un pajarito; después una vaca. Ambos le saludaron con su particular lenguaje, que el patito quiso imitar; pero no lo consiguió. No lograba que le entendieran.
Entretanto, doña Pata había salido en busca del patito y cuando lo encontró, tranquila al ver que estaba a salvo, lleno de alegría lo saludó con su peculiar «cua, cua».
-Cua, cua -repitió el patito mientras regresaba a casa acompañado de su madre.

«Cada uno debe conformarse con lo que puede hacer.»

0.999.5 anonimo fabula, 

El koala y su tractor

Koala vive feliz trabajando sus tierras con la ayuda de un viejo tractor. Saca suficiente para vivir y puede disfrutar de lo que más le gusta: el sol y el campo.
Hasta que un día el pequeño tractor se estropea y deja de funcionar. Entonces Koala se queda muy preocupado, pues no sabe cómo solucionar su problema.
«¿Qué voy a hacer ahora?», se dice Koala. «Necesito seguir trabajando la tierra y yo solo no puedo. ¡Ya está! Pondré un anuncio pidiendo un ayudante.»
Al día siguiente, un toro robusto y con ganas de trabajar se presenta en la finca de Koala. Pronto se ponen de acuerdo. Koala tiene un ayudante, además de un amigo.

«Los problemas tienen solución. Todo es cuestión de paciencia y serenidad.»

0.999.5 anonimo fabula, 


El koala sucio

Lavarse era algo superior a las fuerzas de aquel pequeño koala. Todos lo rechazaban con un gesto de asco por el olor tan desagradable que despedía El pequeño Koala se subía a los árboles más altos deseoso de encontrar un lugar tranquilo. ¡Ni por esas! De vez en cuando se encontraba con algún pájaro muy aseado que, horrorizado, solía arrojarlo de sus dominios a picotazos. Así que, finalmente, tuvo que enfrentarse con su problema.
«¿No es mejor pasar un mal rato por las mañanas y poder disfrutar después de una vida normal el resto del día, a seguir así?», se dijo.
Armándóse de valor, se metió en un barreño lleno de agua y jabón. Limpio y perfumado, Koala asombró a sus amigos, que lo recibieron con los brazos abiertos.
Al poco tiempo, a Koala empezó a gustarle lavarse tcdos los días.

«Si estás limpio y aseado serás bien tratado.»

0.999.5 anonimo fabula, 

El juego del escondite

Juguemos al escondite -dice la mariposa al moscardón, con ganas de divertirse.
-¿Al escondite? Ja, ja, ja! -se ríe el moscardón. ¡Con las alas tan grandes que tienes te encontraré en seguida!
Comienzan a jugar, primero le toca esconderse al moscardón y lo hace detrás de un matorral. Es tan fuerte su zumbido que la mariposa lo encuentra fácilmente. Ahora le toca esconderse a la mariposa.
Esta se oculta entre los coloridos pétalos de una hermosa flor que es amarilla como ella. El moscardón la busca durante mucho rato. Al fin, se da por vencido y grita:
-¡Me rindo! ¡Puedes salir de tu escondite!
El moscardón comprendió que las apariencias engañan y que los colores sirven para ocultarse tanto como para ser delatado.

«No te fíes de las apariencias, a veces engañan.»

0.999.5 anonimo fabula, 

El leon, el tigre y el caminante

Entre sus fieras garras oprimía
Un Tigre a un Caminante.
A los tristes quejidos al instante
Un León acudió: con bizarría
Lucha, vence a la fiera, y lleva al hombre
A su regia caverna. «Toma aliento,
Le decía el León; nada te asombre;
Soy tu libertador; estáme atento.
¿Habrá bestia sañuda y enemiga
Que se atreva a mi fuerza incomparable?
Tú puedes responder, o que lo diga
Esa pintada fiera despreciable.
Yo, yo solo, monarca poderoso;
Domino en todo el bosque dilatado.
¡Cuántas veces la onza y aun el oso
Con su sangre el tributo me han pagado!
Los despojos de pieles y cabezas,
Los huesos que blanquean este piso
Dan el más claro aviso
De mi valor sin par y mis proezas.»
«Es verdad, dijo el hombre, soy testigo:
Los triunfos miro de tu fuerza airada,
Contemplo a tu nación amedrentada;
Al librarme venciste a mi enemigo.
En todo esto, señor, con tu licencia,
Sólo es digna del trono tu clemencia.
Sé benéfico, amable,
En lugar de despótico tirano;
Porque, señor, es llano
Que el monarca será más venturoso
Cuanto hiciere a su pueblo más dichoso.»
«Con razón has hablado;
Y ya me causa pena
El haber yo buscado
Mi propia gloria en la desdicha ajena.
En mis jóvenes años
El orgullo produjo mil errores,
Que me los ha encubierto con engaños
Una corte servil de aduladores.
Ellos me aseguraban de concierto
Que por el mundo todo
No reinan los humanos de otro modo,
Tú lo sabrás mejor; dime, ¿y es cierto?»

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon, el lobo y la zorra

Trémulo y achacoso
A fuerza de años un León estaba;
Hizo venir los médicos, ansioso
De ver si alguno de ellos le curaba.
De todas las especies y regiones
Profesores llegaban a millones.
Todos conocen incurable el daño;
Ninguno al Rey propone el desengaño;
Cada cual sus remedios le procura,
Como si la vejez tuviese cura.
Un Lobo cortesano
Con tono adulador y fin torcido
Dijo a su Soberano:
«He notado, Señor, que no ha asistido
La Zorra como médico al congreso,
Y pudiera esperarse buen suceso
De su dictamen en tan grave asunto.»
Quiso su Majestad que luego al punto
Por la posta viniese;
Llega, sube a palacio, y como viese
Al Lobo, su enemigo, ya instruida
De que él era autor de su venida,
Que ella excusaba cautelosamente,
Inclinándose al Rey profundamente,
Dijo: «Quizá, Señor, no habrá faltado
Quien haya mi tardanza acriminado;
Mas será porque ignora
Que vengo de cumplir un voto ahora,
Que por vuestra salud tenía hecho;
Y para más provecho,
En mi viaje traté gentes de ciencia
Sobre vuestra dolencia.
Convienen pues los grandes profesores
En que no tenéis vicio en los humores,
Y que sólo los años han dejado
El calor natural algo apagado;
Pero éste se recobra y vivifica
Sin fastidio, sin drogas de botica,
Con un remedio simple, liso y llano,
Que vuestra majestad tiene en la mano.
A un Lobo vivo arránquenle el pellejo,
Y mandad que os le apliquen al instante,
Y por más que estéis débil, flaco y viejo,
Os sentiréis robusto y rozagante,
Con apetito tal, que sin esfuerzo
El mismo Lobo os servirá de almuerzo.»
Convino el Rey, y entre el furor y el hierro
Murió el infeliz Lobo como un perro.
Así viven y mueren cada día
En su guerra interior los palaciegos
Que con la emulación rabiosa ciegos
Al degüello se tiran a porfía.
Tomen esta lección muy oportuna:
Lleguen a la privanza enhorabuena,
Mas labren su fortuna
Sin cimentarla en la desgracia ajena.

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon y la zorra

Un León en otro tiempo poderoso,
Ya viejo y achacoso,
En vano perseguía, hambriento y fiero,
Al mamón Becerrillo y al Cordero,
Que trepando por la áspera montaña,
Huían libremente de su saña.
Afligido de la hambre a par de muerte,
Discurrió su remedio de esta suerte:
Hace correr la voz de que se hallaba
Enfermo en su palacio, y deseaba
Ser de los animales visitado.
Acudieron algunos de contado;
Mas como el grave mal que lo postraba
Era un hambre voraz, tan sólo usaba
La receta exquisita
De engullirse al monsieur de la visita.
Acércase la Zorra de callada,
Y a la puerta asomada,
Atisba muy despacio
La entrada de aquel cóncavo palacio.
El León la divisó, y en el momento
La dice: «Ven acá; pues que me siento
En el último instante de mi vida,
Visítame como otros, mi querida.»
«¡Como otros! ¡Ah señor! he conocido
Que entraron, sí, pero no han salido.
Mirad, mirad la huella,
Bien claro lo dice ella;
Y no es bien el entrar do no se sale.»

La prudente cautela mucho vale.

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon y la rana

Una lóbrega noche silenciosa
Iba un León horroroso
Con mesurado paso majestuoso
Por una selva; oyó una voz ruidosa,
Que con tono molesto y continuado
Llamaba la atención y aun el cuidado
Del reinante animal, que no sabía
De qué bestia feroz quizá saldría
Aquella voz, que tanto más sonaba
Cuanto más en silencio todo estaba.
Su majestad leonesa
La selva toda registrar procura;
Mas nada encuentra con la noche oscura,
Hasta que pudo ver, ¡oh qué sorpresa!
Que sale de un estanque a la mañana
La tal bestia feroz, y era una Rana.

Llamará la atención de mucha gente
El charlatán con su manía loca;
Mas ¿qué logra, si al fin verá el prudente
Que no es sino una Rana, todo boca?

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon y la cabra

Un señor León andaba, como un perro,
Del valle al monte, de la selva al cerro,
A caza, sin hallar pelo ni lana,
Perdiendo la paciencia y la mañana.
Por un risco escarpado
Ve trepar una Cabra a lo encumbrado,
De modo que parece que se empeña
En hacer creer al León que se despeña.
El pretender seguirla fuera en vano;
El cazador entonces cortesano
La dice: «Baja, baja, mi querida;
No busques precipicios a tu vida:
En el valle frondoso
Pacerás a mi lado con reposó.»
«¿Desde cuándo, señor, la real persona
Cuida con tanto amor de la barbona?
Esos halagos tiernos
No son por bien, apostaré los cuernos.»
Así le respondió la astuta Cabra,
Y el León se fue sin replicar palabra.
Lo paga la infeliz con el pellejo,
Si toma sin examen el consejo.

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon y el raton

Estaba un Ratoncillo aprisionado
En las garras de un León; el desdichado
En la tal ratonera no fue preso
Por ladrón de tocino ni de queso,
Sino porque con otros molestaba
Al León, que en su retiro descansaba.
Pide perdón, llorando su insolencia;
Al oír implorar la real clemencia,
Responde el Rey en majestuoso tono,
No dijera más Tito: «Te perdono.»
Poco después cazando el León tropieza
En una red oculta en la maleza;
Quiere salir, mas queda prisionero,
Atronando la selva ruge fiero.
El libre ratoncillo, que lo siente,
Corriendo llega, roe diligente
Los nudos de la red de tal manera,
Que al fin rompió los grillos de la fiera.

Conviene al poderoso
Para los infelices ser piadoso;
Tal vez se puede ver necesitado
Del auxilio de aquel más desdichado.

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon y asno cazando

Su majestad leonesa en compañía
De un Borrico se sale a montería.
En la parte al intento acomodada,
Formando el mismo León una enramada,
Mandó al Asno que en ella se ocultase
Y que de tiempo en tiempo rebuznase,
Como trompa de caza en el ojeo.
Logró el Rey su deseo,
Pues apenas se vio bien apostado,
Cuando al son del rebuzno destemplado,
Que los montes y valles repetían,
A su selvoso albergue se volvían
Precipitadamente
Las fieras enemigas juntamente,
Y en su cobarde huida,
En las garras del León pierden la vida.
Cuando el Asno se halló con los despojos
De devoradas fieras a sus ojos,
Dijo: «Pardiez, si llego más temprano,
A ningún muerto dejo hueso sano.»
A tal fanfarronada
Soltó el Rey una grande carcajada;
Y es que jamás convino
Hacer del andaluz al vizcaíno.

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon vencido por el hombre

Cierto artífice pintóUna lucha, en que valiente
Un Hombre tan solamente
A un horrible León venció.
Otro león, que el cuadro vio,
Sin preguntar por su autor,
En tono despreciador
Dijo: «Bien se deja ver
Que es pintar como querer,
Y no fue león el pintor.»

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon envejecido

Al miserable estado
De una cercana muerte reducido
Estaba ya postrado
Un viejo León, del tiempo consumido,
Tanto más infeliz y lastimoso,
Cuanto había vivido más dichoso.
Los que cuando valiente
Humildes le rendían vasallaje,
Al verlo decadente,
Acuden a tratarle con ultraje;
Que como la experiencia nos enseña,
De árbol caído todos hacen leña.
Cebados a portea,
Lo sitiaban sangrientos y feroces.
El lobo le mordía,
Tirábale el caballo fuertes coces,
Luego le daba el toro una cornada,
Después el jabalí su dentellada.
Sufrió constantemente
Estos insultos, pero reparando
Que hasta el asno insolente
Iba a ultrajarle, falleció clamando:
«Esto es doble morir; no hay sufrimiento,
Porque muero injuriado de un jumento.»

Si en su mudable vida
Al hombre la fortuna ha derribado
Con mísera caída
Desde donde lo había ella encumbrado
¿Qué ventura en el mundo se promete
Si aun de los viles llega a ser juguete?

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon enamorado

Amaba un León a una zagala hermosa;
Pidióla por esposa
A su padre, pastor, urbanamente.
El hombre, temeroso mas prudente,
Le respondió: «Señor, en mi conciencia,
Que la muchacha logra conveniencia;
Pero la pobrecita, acostumbrada
A no salir del prado y la majada,
Entre la mansa oveja y el cordero,
Recelará tal vez que seas fiero.
No obstante, bien podremos, si consientes,
Cortar tus uñas y limar tus dientes,
Y así verá que tiene tu grandeza
Cosas de majestad, no de fiereza.»
Consiente el manso León enamorado,
Y el buen hombre lo deja desarmado;
Da luego su silbido:
Llegan el Matalobos y Atrevido,
Perros de su cabaña; de esta suerte
Al indefenso León dieron la muerte.
Un cuarto apostaré a que en este instante
Dice, hablando del León, algún amante,
Que de la misma muerte haría gala,
Con tal que se la diese la zagala.
Deja, Fabio, el amor, déjalo luego;
Mas hablo en vano, porque, siempre ciego,
No ves el desengaño,
Y así te entregas a tu propio daño.

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)

El leon con su ejercito

A Don Javier María de Munive e Maquez, 
conde de Peñaflorida, director perpetuo
de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País

Mientras que con la espada en mar y tierra
Los ilustres varones
Engrandecen su fama por la guerra,
Sojuzgando naciones,
Tú, Conde, con la pluma y el arado,
Ya enriqueces la patria, ya la instruyes,
Y haciendo venturosos has ganado
El bien que buscas y el laurel que huyes.
Con darte todo al bien de los humanos
No contento tu celo,
Supo unir a los nobles ciudadanos
Para felicidad del patrio suelo.
La hormiga codiciosa
Trabaja en sociedad fructuosamente,
Y la abeja oficiosa
Labra siempre ayudada de su gente.
Así unes a los hombres laboriosos
Para hacer sus trabajos más fructuosos.
Aquél viaja observando
Por las naciones cultas;
Éste con experiencias va mostrando
Las útiles verdades más ocultas.
Cuál cultiva los campos, cuál las ciencias;
Y de diversos modos,
Juntando estudios, viajes y experiencias,
Resulta el bien en que trabajan todos.
¡En que trabajan todos! Ya lo dije,
Por más que yo también sea contado.
El sabio Presidente que nos rige
Tiene aun al más inútil ocupado.
Darme, Conde, querías un destino,
Al contemplarme ocioso e ignorante.
Era difícil; mas al fin tu tino
Encontró un genio en mí versificante.
A Fedro y Lafontaine por modelos
Me pusiste a la vista,Y hallaron tus desvelos
Que pudiera ensayarme a fabulista.
Y pues viene al intento,
Pasemos al ensayo: va de cuento. 
El León, rey de los bosques poderoso,
Quiso armar un ejército famoso.
Juntó sus animales al instante:
Empezó por cargar al elefante
Un castillo con útiles, y encima
Rabiosos lobos, que pusiesen grima.
Al oso le encargó de los asaltos;
Al mono con sus gestos y sus saltos
Mandó que al enemigo entretuviese;
A la Zorra que dieseIngeniosos ardides al intento.
Uno gritó: «La liebre y el jumento.
Éste por tardo, aquélla por medrosa,
De estorbo servirán, no de otra cosa.»
«¿De estorbo? dijo el Rey; yo no lo creo.
En la liebre tendremos un correo,
Y en el asno mis tropas un trompeta.»
Así quedó la armada bien completa.
 Tu retrato es el León, Conde prudente,
Y si a tu imitación, según deseo,
Examinan los jefes a su gente,
A todos han de dar útil empleo.
¿Por qué no lo han de hacer? ¿Habrá cucaña
Como no hallar ociosos en España?.

1.045.5 Samaniego (Felix Maria)