Nunca estamos contentos con lo que tenemos. Ved, si
no, el ejemplo de don Lobo, un conductor de autobuses a quien no le gustaba su
oficio ni pizca. ¿Resultado? Don Lobo se pasaba buena parte del trayecto
chillando y protestando por cosas sin importancia. Hacía pagar a los usuarios
su malhumor.
-¡Venga, a ver si suben ustedes de una vez! ¿Es que
están dor-midos o qué? ¡Ay, señor, menudo oficio el mío!
Naturalmente, los pasajeros se desconcertaban ante la
conducta de don Lobo, quien, al final del trayecto, tenía por costumbre tomar-se
un descanso más largo de lo habitual. A veces llegaba a pasarse media hora
recostado sobre un árbol que estaba junto a la parada, lo que representaba una
gran pérdida de tiempo para centenares de animales que iban a trabajar con la
hora pegada al lomo y acababan llegando tarde.
Numerosas protestas contra don Lobo se recibieron en
la empresa propietaria de la línea de autobuses. El irritable conductor fue amonestado
en varias ocasiones, pero, como no hacía el menor caso, finalmente fue relevado
de su puesto.
El Ayuntamiento, a cuya plantilla pertenecía don Lobo,
dedicó a éste a las tareas de barrendero.
Don Lobo notó el cambio. Por vez primera comprendía
que hay oficios más desagradecidos que el de conducir autobuses.
-¡Oh, qué pesadilla! ¡He perdido mi antiguo empleo!
¡Si pudiera volver a sentarme en ese cómodo sillón del autobús y seguir conduciendo...!
-se lamentaba don Lobo.
Era demasiado tarde para arrepentirse. Por fortuna,
don Lobo pudo obtener otro empleo conduciendo un autobús y ya nunca más volvió
a protestar contra su oficio de conductor. ¿Qué hace ahora? Bueno, me han dicho
el otro día que conduce microbuses. ¡Si vieseis con qué alegría lo traba ja!
«Agradece lo que tienes.»
0.999.5 anonimo fabula,