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lunes, 11 de noviembre de 2013

El lobo y el mastin

Trampas, redes y perros
Los celosos pastores disponían
En lo oculto del bosque y de los cerros,
Porque matar querían
A un Lobo por el bárbaro delito
De no dejar a vida ni un cabrito.
Hallóse cara a cara
Un Mastín con el Lobo de repente,
Y cada cual se para,
Tal como en Zama estaban frente a frente,
Antes de la batalla, muy serenos
Aníbal y Scipión, ni más ni menos.
En esta suspensión, treguas propone
El Lobo a su enemigo.
El Mastín no se opone,
Antes le dice: «Amigo,
Es cosa bien extraña, por mi vida,
Meterse un señor Lobo a cabricida.
Ese cuerpo brioso
Y de pujanza fuerte,
Que mate al jabalí, que venza al oso.
Mas ¿qué dirán al verte
Que lo valiente y fiero
Empleas en la sangre de un cordero?»
El Lobo le responde: «Camarada,
Tienes mucha razón; en adelante
Propongo no comer sino ensalada.»
Se despiden y toman el portante.
Informados del hecho
Los pastores, se apuran y patean;
Agarran al Mastín y le apalean.
Digo que fue bien hecho;
Pues en vez de ensalada, en aquel año
Se fue comiendo el Lobo su rebaño.

¿Con una reprensión, con un consejo
Se pretende quitar un vicio añejo?

1.045.5 Samaniego (Felix Maria) - 000

Mison el filosofo

Vivía en otro tiempo
Un hombre, respetado
Por su amor a las ciencias
Y carácter honrado.
Pobre, libre y contento,
Por los bosques errando,
Del hombre los delirios
Reía contemplando:
Un día sus amigos
Le hallaron por acaso,
Y viendo su alegría
Le dicen admirados:
-Misón, pues vives solo,
Y es tan pobre tu estado,
¿Quién excita tus risas?
Y les contestó el sabio:
-Más contento estoy solo
Que mal acompañado.

Libro 4 – Fabula LIII


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

Los monos y el leopardo

A adivina quien te dio
En cierto bosque jugaban
Muchos monos. Un leopardo,
Llevado de la algazara,
Dejó luego su caverna,
Y se vino a donde estaban.
Nuestros monos que le vieron,
Ira de Dios, ¡cuál temblaban!
Seguid jugando, les dice
El Leopardo con cachaza,
Que, lejos de haceros daño,
Vengo, por una humorada,
A jugar hoy con vosotros.
-Señor, dicen: bondad tanta,
¿Cuándo nuestra monería La mereció a su monarca?
-También, replicó la bestia,
A mi majestad alcanza
La sana filosofía;
Y esta señora es tan llana,
Que a todos nos hace iguales,
-Sea enhorabuena, exclaman
Los monos, y siga el juego,
Pues vuestra alteza lo manda.
Sentóse muy circunspecta
Una mona jubilada,
Y entre sus rodillas otra
Escondió luego su cara,
Volviendo una de las manos,
Según costumbre, a la espalda.
Llega el leopardo, la da
con dulzura una palmada,
Y la hace saltar la sangre;
Pero mi mona taimada,
Sin atreverse a decir
Quien había sido, calla,
Pero escurriendo la bola
Con la industria necesaria;
Y las demás, advertidas,
Siguen sus mismas pisadas,
Diciendo entre sí: ninguno
Juegue, ni siquiera en chanza
Con superiores, que al fin
Siempre lastiman sus garras.


Libro 2 – Fabula XVII


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

Los dos paisanos y la nube

A Gilote decía Lucas
Cierto día con tristeza:
-¿Ves aquella negra nube?
Pues mira: o yo soy muy bestia,
O a destruir nuestras viñas
Viene cargada de piedra.
¡Infelices de nosotros,
Que tras de aquesta tragedia
Vendrá el hambre, y tras el hambre
La mas cruel epidemia!
Mientras él gime, suspira,
Y llora que se las pela,
A carcajada tendida
Reía de ver las muecas
Gilote, diciendo a Lucas:
-Amigo: más trae señas
De agua clara aquella nube,
Que de granizo ni piedra;
Y nos hará un beneficio,
Estando la tierra seca.
-Y ¿qué entiendes tú de nubes?
Responde con impaciencia
Lucas. -Más que tú, replica.
En fin, ya tan adelante
Pasó aquella diferencia
Que a defender a cachetes
Iban los dos la materia,
Cuando al horizonte vuelven
Uno y otro la cabeza,
Y ven que un soplo de viento
La nube muy lejos lleva,
Dejando a un tiempo sus campos
Sin el agua y sin la piedra.

Libro 3 – Fabula XXXII


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

Los dos leones

De la sed hostigados dos leones
A un mismo tiempo a un manantial llegaron;
Y aunque a la par beber los dos podían,
Entró la vanidad a reprobarlo,
Y quiso cada cual beber primero:
Miráronse con ojo sanguinario,
Encrespando del cuello las guedejas,
Y el lomo con las colas azotando:
Se embistieron, al fin, con tal denuedo,
Que el bosque con rugidos aterraron.
Iguales en esfuerzo y valentía,
El combate duró muy grande espacio,
Hasta que ya rendidos, y cubiertos
De crueles heridas, se llegaron
Juntos al manantial; en él bebieron,
Y a muy pocos momentos expiraron.

¡Hombres, tomad lección de estos leones:
Y no os despedacéis como insensatos,
Si después de ofenderos mortalmente
Habéis de beber juntos, y en un charco!

Libro 4 – Fabula XL


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

Los dos jardineros

Tocples por herencia a dos hermanos
Un jardín muy ameno,
Y cada cual su parte cultivaba
Con diferente esmero.
El mayor de los dos (Juan, de buena alma);
Mozo de gran talento,
Gran charlatán, y de doctor preciado,
Pasaba el día entero
En consultar el almanac del año,
En observar los vientos
Y el orden de las sabias estaciones.
Quería con empeño
Investigar la gran naturaleza
Con todos sus misterios;
Y entre tanto que el fatuo miserable
Así perdía el tiempo,
Sus verdes espinacas y lechugas,
Por la falta del riego,
Quedaron abrasadas; sus higueras
Al cabo se perdieron;
De modo que el cuitado al fin del año
Se encontró sin remedio,
Perdidas sus verduras y frutales,
Su bolsa sin dinero,
Y atenido al socorro de su hermano.
Éste, siempre más cuerdo,
Levantábase al alba, y muy alegre
Cavaba con esmero
Y regaba su rico patrimonio,
Sin malgastar el tiempo
En penetrar inútiles arcanos;
Con cuyo sabio medio
Le sobraba el caudal y la alegría.
Admirado en extremo
El señor Juan, le dijo: ¿en qué consiste
Que, igual siendo el terreno,
Hayas cogido tú tanta verdura
En tu pequeño huerto,
Tanta y tan rica fruta, y tantas flores,
Cuando el mío está seco?
-Hombre, le respondió: muy poco tiene
Que entender el misterio:
Mientras tú discurrías, yo cavaba;
Mientras tú, majadero,
El calendario todo revolvías,
Yo con mucho desvelo
Regaba mi hortaliza y mis frutales.
Alegre y satisfecho
Con tan pequeña ciencia, no aspiraba
A saber más de aquello
Que debe asegurar mi subsistencia.
De modo que ahora veo
Que sin saber leer soy yo más sabio
Que tú y otros mil necios
Que, por saber tal vez lo que no importa.
Olvidáis lo que os fuera de provecho.

Libro 3 – Fabula XXXV


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

Los dos gatos

Dos gatos, descendientes
Del noble Rodilardo,
Dignos de tal origen
Por sus ilustres rasgos,
Por desgracia servían
A diferentes amos.
El uno se veía
Muy mantecoso y lardo,
Y el otro pobrecillo
Extenuado y flaco.
Ya un día el esqueleto
Le dijo así al hermano:
-¿En qué consiste, dime,
Que siempre estás holgando,
Y tu señor, no obstante,
Te da tan bello trato
Como tu piel nos dice;
Y a mí, que trabajando
Estoy de noche y día,
Del sótano al tejado,
Tan mal me trata el mío
Cual dice mi espinazo?
-No hay cosa más sencilla,
Le respondió el bigardo:
Tú corres todo el día
Para cazar acaso
Un triste ratoncillo,
Y yo estoy entre tanto
Mil monadas haciendo
Alrededor del amo;
Y él con ración decente
Me paga los halagos;
Yo brinco hasta su mesa,
Yo en su sofá descanso,
Y así paso una vida
Como otro Papiniano;
Y ¿á qué costa? ya lo oyes;
De hacer dos arrumacos,
Y de esconder las uñas
Cuando le doy la mano.
Desengáñate, necio,
Que en el siglo en que estamos.
El que medrar quisiere,
Según autores varios,
No el arte de ser útil
Estudie como antaño,
Pues basta solamente
El que agradar sepamos.

Yo conozco doctores
Dos veces graduados
Que en la sutil materia
No saben otro tanto.

Libro 4 – Fabula XLI


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

Los dos caminantes

Tomás y Lubin, a pie
Iban al pueblo inmediato:
Y Tomás, en el camino
Halló un bolsillo tamaño:
Lubin, muy alegre exclama:
-Tuvimos un gran hallazgo.
-¿Tuvimos? Tomás replica
Con un aire sosegado:
Yo le tuve: y encerró
Dentro de su seno el gato.
Calló Lubin: pero a poco,
Junto a un bosque columbraron
A una tropa de ladrones;
Y Tomás, al atisvarlos,
-Perdidos somos, le dijo.
-¿Somos? te has equivocado,
Respondió Lubin; tú solo
Serás perdido en tal caso.
Escapa, y Tomás se queda
De su miedo acompañado,
Hasta que dio a los ladrones,
A su pesar, el hallazgo.

Quien no da parte a su amigo
De la suerte que ha logrado,
No cuente con él, si luego
Llega a ser desventurado.

Libro I. Fabula III


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

Los dos calvos

Dos calvos, en una esquina
Llegaron a un tiempo a ver
Medio peine; y con mohína
Sobre quién le ha de coger
Se enzarzó una cachetina:
Pero el que de ellos ganó
La alhaja por que lidiaban,
En la batalla perdió,
Según que después se vio,
Los pelos que le quedaban.
¿A qué tan necios porfían?
¿Qué disculpa nos darán?
¿Por qué el triunfo pretendían?
¿Para qué el peine querían
Si calvos los dos están?

Libro 4 – Fabula XLIV

1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

Los canarios y el jilguero

Un quidam puso un día entre los huevos
De una cierta canaria Un huevo de jilguero;
Y la pobre, engañada,
Cobóle al fin como los otros suyos,
Y a luz salió un jilguero sin desgracia.
De canaria y canario
Recibía sin tasa
Alimento y caricias, de manera
Que con todos sus hijos le igualaban,
Sin embargo que vieron por la pluma
El engaño a poquísimas semanas.
Ya un día otro jilguero,
Algo envidioso de ventura tanta,
Fue en su busca, y le dijo:
-Ya es tiempo que conozcas tu prosapia.
Esos que tú por padres reverencias,
Has de saber que no te tañen nada,
Y que eres un jilguero hecho y derecho;
Y si de mis palabras
Llegares a dudar, mira la pluma
De tus hermosas alas,
Mira tu pico, mira tu cabeza.
-Cierto será lo que hablas,
Le respondió el injerto;
Pero supuesto que los dos me tratan
Como si fuera su hijo,
Por padres les conozco; que en sustancia,
Más padres son los que supieron serlo,
Que los que así, porque lo son, se llaman.

Libro 4 – Fabula L


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032

La yedra y el tomillo

¡Cómo lloro tu suerte!
La verde yedra un día
Al tomillo oloroso
En compasivas voces le decía:
Un débil tronco apenas
Asegura tu vida,
Cuando, lozano el mío,
Abraza y señorea la alta encina.
-Nadie puede negarte
(El tomillo replica)
Tu gigante estatura
De que blasonas, necia y atrevida.
Yo, sin apoyo alguno,
Me formo cual me miras;
Mas tú, arrogante, dime:
Sin el ajeno tronco, ¿qué serías?

¡Míseros traductores,
Editores sin guía,
Comentadores vanos,
Del tomillo aprended lo que decía.

Libro I. Fabula VI


1.089.5 Claris de florian, jean pierre - 032