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viernes, 3 de octubre de 2014

Tiranias justas

-«¿Para qué llevas á ese mono? ¡estúpido!»
(dijo á un oso un lebrel).
-«Porque el duelo que ves (responde el mísero)
»me hace cargar con él.»
-«Pues rómpele de un trompis los homóplatos»
(el lebrel replicó).
Fué el oso á ejecutarlo; pero súbito
miró al dueño y tembló.
-«Muera y no temas (el lebrel famélico
le volvió á replicar);
»no llevara yo en hombros á ese títere
»estando en tu lugar.
»Ser el burro de un mono es muy ridículo
(prosequia el lebrel);
»mata al dueño también, ya que tiránico
»te hace cargar con él.
»Yo sé de pueblos que después que imbéciles
»el oso hicieron bien,
»arrogantes mataron á sus déspotas;
»mátalos tú también.
»0 vaya andando, como tú, ese zángano,
»en perfecta igualdad,
»ó sino, tus cadenas rompe heróico:
a ¡viva la libertad!»­
Con calma escuchó el dueño esta filípica
sin sentido común,
y, dando un par al oso con el látigo,
dijo: -«¡Valiente atún!
»El oso, el mono, y yo, lebrel sin cálculo,
»hacemos una grey,
»en la cual oso y mono son los súbditos,
»mientras yo soy el rey.
»El oso inepto, por mis reales órdenes,
»va andando con sus pies,
»y el mono va sobre él, porque su mérito
»nos mantiene á los tres.
»Justo es que sirva á mono tan benéfico
»el oso de alazán;
»pues para seres como este oso indómito
»no hay más que palo y pan.
»¡A los necios baldón; gloria á los útiles!
»esto manda la ley.
»Agur, señor lebrel: vos, oso bárbaro,
»seguid, y ¡viva el rey!»­

                   ------------- 
Yo no sé si arengó como un estólido
el patriota animal;
pero responda el respetable público:
¿habló el dueño tan mal?...

Seccion politica: Fabula XII. Tiranias justas

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

Los jovenes y la ofrenda

En un vergel ameno
mil jóvenes sin freno
discurren distraídos,
aquí y allí perdidos.
Uno á otro, de un arranque,
zambulle en un estanque;
y el otro á su vecino
le acuesta en un espino.
Para ellos esculturas
son hórridas figuras;
y así, cual en retablo,
copiando los del diablo,
las pintan sutilmente
un no sé qué en la frente.
Ya sin panza de un taco
me dejan al dios Baco;
y ya á Venus la bella,
tan sin pudor como ella,
por más que se agazapa
haciendo que se tapa,
la hacen que como un charro
fumando esté un cigarro.
Uno al fin sobre Apolo,
travieso como él solo,
mostrando una corona,
esto á todos pregona:
-«Aunque envidias provoque,
del que el extremo toque
de ese ciprés que ondea,
premio esta ofrendasea.»
-«¡Arribal» -gritan todos,
corriendo de mil modos:
y en trances infelices,
los ojos y narices,
ya ven de día estrellas,
ya acaso barren huellas,
ya el alto viene abajo
asido del zancajo,
ó ya el más bajo al otro
le monta como á un potro:
hasta que uno elevado,
que más que otros, lo osado
con lo dichoso junta,
tocó al ciprés la punta,
al fuego que le inflama;
y ¡chase!... rota la rama,
cayó rápidamente,
haciéndose en la frente,
amén de algún rasguño,
un chichón como un puño.
Cercáronle con prisa
unos fingiendo risa,
y otros mostrando pena
por la ventura ajena;
y vendando sus sienes,
tras de mil parabienes,
por cima de la venda
ciñéronle la ofrenda.

Dos coronas contemplo
que ha de ceñir el sabio
para alcanzar victoria,
si de la gloria al templo,
despreciando su agravio,
aspira en su delirio:
antes la del MARTIRIO,
después la de la GLORIA.

Seccion literaria: Fabula I. No hay gloria sin pena

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

Los dos gorriones

-«Llégame el comedero»­-
dijo á un gorrión otro gorrión muy maula.
-«Pues ábreme primero­
contestó aquél -la puerta de la jaula»
-«¿Y si al verte ya libre, en tu embeleso,
te vas sin darme de comer en pago?»
-«¿Y quién me dice á mí -responde el preso,
-que me abrirás, si llenas el monago?»­-
Y en conclusión, por si ha de ser primero
llegar el comedero
ó correr el alambre,
quedóse el enjaulado prisionero,
y el hambriento volvióse con el hambre.
¡Digno amigo, por Dios, de tal amigo!
Y ahora direis, y bien, como yo digo:

¡Vaya, que son en ciertas ocasiones
lo mismo que los hombres los gorriones!

Seccion moral: Fabula X. Contras de la mala fe

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

Los dos esposos y el veneno

Para matar ratones
hizo Guzmán algunas confecciones,
las que encerradas con rigor tenía
en un lugar, en el que escrito había:
«Ninguno, para cosa mala ó buena,
me llegue á esta alacena.»
Su mujer Blasa, que con él reñida
la mayor parte estaba de su vida
(porque según la vecindad prugona,
tanto como curiosa, era gruñona),
presumió que su esposo allí encerraba
el tósigo fatal con que trataba
de castigar su eterna impertinencia
(señal que le argüía la conciencia),
y buscando las viles confecciones,
encontró el solimán. ¡Qué imprecaciones!
-«¡Un veneno!» -frenética decía.
-«¡Un veneno!! ¡un veneno!!!» -repetia;
y con verle y tocarle aún no contenta,
llega, lo huele, pruébalo y revienta.

Si lo ven por acaso,
atad á los curiosos corto el freno;
ó apurarán el vaso
aunque escribais sobre él: -«aquí hay veneno»-

Seccion moral: Fabula XXI. La curiosidad

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

Los cien cuerdos y el bobo

Si mal no lo recuerdo,
un bobo entre cien cuerdos por acaso
(y aquí diré de paso
que hay á veces mil bobos por un cuerdo),
admiraba el espléndido palacio
do la fortuna desigual moraba,
tan rico, que á sus ojos se mostraba
con puertas de oro y muros de topacio.
La señora fortuna,
que del mundo entre todas las señoras
tal vez no habrá ninguna
que la gane á mudarse á todas horas,
se la antojó salir en aquel día
á hacer á uno infeliz: ¡quién lo diría!
Al verla los cien cuerdos
(en verdad nada lerdos),
con presteza importuna
-a ¡la fortuna! –prorumpen -¡la fortuna!»-­
y arrancan en pos de ella,
mientras que, presurosa,
si bien como ellas bella,
como mujer al fin, huyó alevosa;
y si como ellas es verdad que huía,
como mujer también les sonreía.
Al verla el bobo huir con tal exceso,
-«Vaya con Dios» -la dijo el muy camueso;
y en celestial arrobo,
dándosele una higa
porque alguno la siga ó no la siga,
á dormir se tendió: ¡maldito bobo!
Siguiéronla los cuerdos locamente;
pero con tal ahinco,
que alguno por correr dió un falso brinco
y se aplastó la frente.
Otros perdieron sólo el sufrimiento;
y otros menos felices,
el camino sembraron, y no es cuento,
de piernas, ojos, brazos ó narices.
De engañar á los cuerdos ya cansada
la señora fortuna, siempre porra,
ganándoles las vueltas como zorra,
determinó volverse á su morada.
Mas ¡oh imprevisto caso!
pues cuando al ir su paso
el linde á trasponer de la ancha puerta,
tropieza con el bobo y le despierta!
-«¡Caíste en el garlito!»­-
gritó el simple, cual bollos los molletes:
y sin andarse en dimes ni diretes,
con ella en casa entró: ¡boho maldito!

No llames, Fabio, tonto
al que cual tú no corre tras la gloria;
por correr más no llegarás más pronto:
pregúntaselo al bobo de la historia.

Seccion filosofica: Fabula X. La dicha es un acaso

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

Los aldeanos y el caminante

Viendo á unos aldeanos
que injertaban en robles los manzanos,
-«¿A qué son tan ridículas misturas» -­
les dijo un caminante,
-«pudiendo á cada instante
comer bellotas, ó manzanas puras?
¿No ecliais de ver que nacerán, idiotas,
si vuestras esperanzas no son vanas,
bellotas que sepan á manzanas,
ya manzanas con dejos de bellotas?»­

Aunque en roble villano
injerteis, gran señor, algún manzano,
pese á tanta locura,
al ver sus,frutos con un dejo doble,
se ha de saber que tiene vuestra hechura
de manzano la sién y el pié de roble.

Seccion politica: Fabula IX. Descubrir la hilaza

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

Leyes fundamentales

Con ánimos sencillos
varios chiquillos cierto día un dado
para jugar hicieron;
y las leyes del juego los chiquillos
por seguir á la letra,
del dado aquel en cada faz pusieron
el uno, el dos, el tres, el cuatro... etcetra.
De niños entre el bando
alguno de ellos calculó prudente
que, por los bordes subrepticiamente
la cara de su número limando,
siempre á la mesa en amoldarse esquiva
quedarla, rodando,
la cara de su número hacia arriba.
De esta manera á todos, el fullero
como era natural, ganó el dinero,
hasta que al fin, de sus falaces modos
apercibidos todos,
dando de su pericia muestras claras,
limando y más limando
fueron también dejando
convexas de sus números las caras.
De este modo el ex-dado
por ángulos y bordes cepillado,
al impulso menor del aura sola
rodaba, ya se ve, como una bola.
Desde entonces el número de azares
se sucede á millares,
y la igualdad geométrica admirando
de equilibrio tan justo,
unas veces perdiendo, otras ganando,
se divierten los niños que es un gusto.
Con lengua atrabiliaria
á cada azar del inconstante dado
agotan su afición parlamentaria,
y sucede un discurso á otro discurso
sobre si el aire le sopló de un lado,
sobre si un pelo interrumpió su curso.
Y acaban las cuestiones,
su furor conteniendo en breves plazos,
los que son vencedores, á razones;
los que vencidos son, á sombrerazos:
y en caos importuno
alzándose hoy los que caerán mañana,
todos se pierden, y ninguno gana,
ganando todos, sin perder ninguno.
Y entretanto, sediento de emociones,
y ageno, el pueblo espectador, del fraude,
aplaude tan continuas variaciones,
pues siempre el pueblo la comedia aplaude
si van y vienen sin cesar telones.

             .......................
Desde el feliz momento
que la moral he oído de este cuento,
ignoro cómo hay gente
que idolatrar como á sus ojos pueda
la ley fundamental, que blandamente
adonde quiera que la impelen rueda.

Seccion politica: Fabula XV. Leyes fundamentales

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

La vuelta del campesino

Halló al volver con otros á su tierra
un nuevo cementerio un campesino,
y al cruzar por enmedio del camino
vió escrita en él esta inscripción que aterra­:
-«UN PONCE DE LEÓN aquí se encierra:
dobla al pasar la frente, ¡oh peregrino!
y acata humilde al que postró el destino,
recto juez en la paz, y héroe en la guerra.»­
Fija la vista en los eternos bronces,
gestos de admiración haciendo extraños,
dijo extasiado el campesino entonces:
-«¡Por Dios que son terribles desengaños!
¡Quién les dijera á los ilustres PONCES
que aquí enterré yo un burro hace dos años!»-

Seccion filosofica: Fabula XV. La muerte todo lo iguala

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

La vid, el olmo y la yedra

En contínua querella,
una vid y una yedra, á un olmo asidas,
se despreciaban, de odio extrernecidas,
poniéndose á su vez de más es ella.
-«¿Ves aquel ave, que en tendido vuelo-
­dijo la vid por fin -ya besa el cielo?
pues si quiero subir, sin más arrimo,
le llevo á que meriende este racimo.»-
-«Pues si me subo yo -dijo la yedra,
que solo asida de los olmos medra,­
formo un dosel al cielo,
que, interpuesto entre el sol, enlute el suelo.
Vamos á ver si no -siguió importuna.
-«Vamos -dijo la vid: -¡A una!» -«¡A una!»-
En tono el más sencillo,
-«No, por Dios; no, por Dios -gritó un tomillo,­
que pueden sus bravuras
dejar el mundo á oscuras.»­-
Llegando ya de su impaciencia al colmo,
dijo al tomillo el olmo:
-«Puedes perder el miedo, en mi conciencia,
si nadie miedo á los cobardes tuvo,
pues sé por experiencia
que jamás subirán si yo no subo.»-

Seccion moral: Fabula VIII. Baladronadas

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

La urraca, la rama, el arbol, la tierra y el sol

Al lado de una iglesia un olmo había,
desde donde una urraca escuchó un día
que un fraile predicaba de este modo:
Dios todo lo hace y lo dispone todo.
Torciendo entonces el agudo gesto,
dijo la atea urraca: -«Por supuesto,
Dios dispondrá si quiere de lo suyo,
porque yo sin sus órdenes arguyo
que ya corro, ya vuelo,
según me viene á pelo,
y, aunque su ley traspase soberana,
hoy canto aquí porque me dá la gana.»
­-«Porque yo te sustento
(dijo la rama con sutil acento),
gracias al tronco adusto
que me encumbra robusto.»­-
-«Yo (con acento ronco
gritó á la rama el tronco)
te encumbro á ti, porque la tierra amante
con brazo creador me alzó triunfante.»­-
-«Y yo te levanté (dijo la tierra,
sus entrañas abriendo en són que aterra),
porque ese sol que de su luz me inunda
con sus rayos mis gérmenes fecunda».­-
-«Y yo (contestó el sol de orgullo lleno,
con voz de quien es eco el bronco trueno)
la tierra fecundizo,
porque el potente Sér que todo lo hizo
desde mi trono alzado
hasta el último fin de lo increado,
cual dón con que su alteza manifiesta
¡la el ara sombra de su luz me presta!»-
Desde entonces la urraca,
con una fe que su temor aplaca,
cuando oye prorumpir en el otero:
«yo canto estas rondeñas porque quiero»-
-«cantais porque Dios quiere ¡bachilleras!»-­
(grita á sus compañeras):
-«¿cómo ultrajais al cielo de ese modo?
Dios todo lo hace y lo dispone todo.»­-

Seccion religiosa: Fabula I. Dios es causa de las causas

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

La urraca y la gallina

-«¡Qué escándalo!» -en tono fiero
una gallina decía
á una urraca que comía
las flores de un limonero.
-«¡Que se come, jardinero,
de las de arriba á destajo!­-
«Celebro tu desparpajo-
­contestó la urraca altiva:
-¿no he de comer las de arriba,
si no has dejado una abajo?»­

Seccion moral: Fabula XVIII. Acusar delitos propios

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

La niña halagüeña

Los que vuestro amoroso pensamiento
teneis por el non plus, oid un cuento:

A un enfermo una nirca cierto día
acariciaba con honesto modo,
y en la ilusión de su placer decía:
-«Mi rey, mi hiz, mi sol, mi dios, mi todo.»­

Y para que veais de qué manera
el afecto su juício turbaría,
el rey, el sol y el dios, ¿sabeis quién era?
Un dogo que de ahitado se moría.

Seccion moral: Fabula XVI. Delirios del amor

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

La mona, el mono y el loro

Con la faz más espantosa,
la mona de un mercader,
en ilusión deliciosa,
recordando cualquier cosa reía
reía á más no poder.

Como un mono la veía,
que por boba la tenía,
reir solo para sí,
de ella el mono se reía
con un burlesco jí jí.

Un loro, que al mono vió,
por loco lo tuvo ya,
y también de él se rió,
y sin cesar prorumpió
en un já já y más já já.

Cuando al pasar por allí
oía al simple del loro
la gente, fuera de si
reía, diciendo á coro,
unos, já já,otros jí jí.

Y aunque de bobos la hornada
ya siendo muy larga va,
siquiera por la bobada,
conmigo la carcajada soltad,
diciendo: ¡Já! ¡ja!

Con lo cual probar intento
que, con remedio servil,
en este mundo, y no es cuento,
así como un loco ciento,
llega un bobo á hacer cien mil.

Seccion moral: Fabula IX. Un bobo hace ciento

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

La madre, el hijo y la concurrencia

Fastidiaba á una noble concurrencia
una madre amorosa, que asentaba
que de Adolfo á admirar iban la ciencia
si alguna fabulilla recitaba.
-«Ven acá –dijo -niño »
Y Adolfo, al escuchar su voz severa,
con mucha más pereza que cariúo,
la fábula empezó de esta manera.­
-«La OVEJA Y EL CORDERO. Cierto día
la oveja; con el tono que ella sabe,
daba á su hijo lecciones de ser grave,
las que él pronto olvidaba, ó no aprendía.
¿Lección, direis, y en una edad tan corta?
Es necio, sí. Mas voy á lo que importa.
La oveja en vano en enseñar se ahinca,
porque el hijo no aprende una palabra;
mas corre, y viene, y va cual suelta cabra,
y vuelta, y dale, y brinca que te brinca.
La madre del cordero era tan porra...»-
­Truncó Adolfo la historia de repente,
cual cayendo en estúpida modorra;
y es que viendo de dulces una fuente,
de su memoria en mengua,
dura como el turrón quedó su mente,
y en agua vuelta la movible lengua.
-«Sigue, niño» -la madre le decía.
Era tan porra... -el niño repetía;
la madre con sus guiños le hostigaba;
-y tan porra...» -el muchacho replicaba;
y con que si era porra, ó si no lo era,
llegó á cansar la sociedad entera.
La madre al fin le dijo, ya corrida:
-«Aparta, que estás siendo, majadero,
más torpe que el cordero de la historia,»­
Y ¡oh, qué frágil memoria!
¡no acordarse que ella era distraída
mas porra que la madre del cordero!

No hay acción mala ó buena
que aplicación no tenga, si es ajena.
Mas siendo propio el caso,
jamás la aplicación nos sale al paso.

Seccion moral: Fabula XX. Nunca una moral nos cuadra

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047