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viernes, 3 de octubre de 2014

El lugareño y el magnate

Un señor de calidad,
por dar, con magia distinta,
á su vida variedad,
se iba en verano á la quinta
y en invierno á la ciudad.

Tras la casa del señor
la de un labrador había,
ruin casa en que al labrador
así el hielo le atería,
como le asaba el calor.

Por más de cincuenta abriles
fué casa de tanta mella
nido de gorriones viles,
y á la del señor desde ella
pisaban después á miles.

Incomodado el usía,
porque, al asomar el día
los gorriunes con empeño
con su chau chau, si dormía,
le interrumpían el sueño,

La casa del labrador
furioso sin más arrasa.
-¿Tal sinrazón, direis, pasa?
Era más rico el señor,
y vino abajo la casa.

Sin casa ya los gorriones
do anidar en los abriles,
del otro á los murallones
fueron después, más que á miles
los malditos, á millones.

Y á cada instante al señor,
cantándole el aleluya,
le entraron en tal rencor,
que cual la del labrador,
tuvo que arrasar la suya.

Justo premio al que inclemente
pudo dejar sin consuelo
á un labrador indigente.

Siempre se ensucia la frente
el loco que escupe al cielo.

Seccion moral: Fabula XXIII. Efectos de la injusticia

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

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