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viernes, 3 de octubre de 2014

El pastor y el navio

Del mar en la ribera
quejábase un pastor de esta manera:
-«¡Oh, qué sordas que tiene á mis congojas
el cielo las orejas,
pues no me saca de zagal de ovejas,
patituertas las más, y algunas cojas!
¡Quién me diera, halagando mi albedrío,
dirigir por ejemplo aquel navío,
y á la playa arribar del indio ó moro,
para volver con él cargado de oro!
¡Por amigos tuviera y por amigas
entonces á señoras y señores,
pese á cuantas ovejas y pastores
rumiaron yerbas ó mascaron migas!
Mas ¡ay! la suerte fiera
me arrastra, sea invierno, sea verano,
desde el monte al redil, y de éste al llano;
y aunque oirlas no quiera,
me hace escuchar las simples avecillas,
que por más maravillas
que dicen que hacen los que de ellas cuentan,
cada vez que las oigo, me revientan.»
Así el pastor decía,
cuando el bajel ya apenas se veía;
y su intenso dolor llegaba á tanto,
que sus mejillas inundó de llanto.
Era al morir el sol, según asienta
quien dijo que del ábrego la saña
removió aquella noche una tormenta
que ni la oyó el pastor en su cabaña.
Al otro día su manada entera
condujo, como siempre, á la ribera,
y del mar acercándose á la orilla,
vió aquí y allí fragmentos de una quilla.
Buscando del naufragio indicios ciertos,
halló al fin gavias, y después mesanas,
trinquetes desvelados, hombres muertos:
¡leves cimientos de esperanzas vanas!
Entonces se acordó de su navío,
y viendo fin tan triste,
-«¿qué bien hiciste, oh Dios, qué bien hiciste
en coartarme –dijo -el albedrío!»-
Y sin ver que á los muertos hacía agravios,
una sonrisa se asomó á sus labios;
y escuchando las simples avecillas,
que hacían, según dijo, maravillas,
tradujo de sus plácidos gorjeos:

Modera tus deseos.
Aunque pierdas, llorando, tus encantos,
no halagues esperanzas indecisas;
cada muerta esperanza brota llantos;
cada llanto vertido engendra risas.

Seccion filosofica: Fabula V. Deseos locos

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