Volviendo
hacia su tierra
un
pobre veterano de la guerra,
donde
en trances sacó nada felices
un
pié de palo y varias cicatrices,
á
un pastor que encontró por carambola
le
dijo en tono adusto:
-«¿Cómo
entre tanto arbusto
se
ve con hojas esta encina sola?»
El
pastor contestó: -«Salió de madre
aquel
cercano río,
y
estos arbustos deshojando impío,
perdonó
sólo á esa gigante encina,
que
llaman desde entonces la heroína.»-
-«Pues
mire usted, compadre,»
replicó
el veterano;
«es
más digna de encomio la desgracia
de
tanto arbusto enano,
que
la gloria de ese árbol eminente;
porque
no tiene gracia
que
no la hollase el bramador torrente,
cuando
tan alta levantó la frente.
Soy
Juan Fernández, para quien sin duda
la
trompa de la fama ha sido muda;
pues
sepa usted que al redactar mi jefe
(que
por Dios que era un grande mequetrefe)
las
siguientes
palabras:
voy
á asaltar el muro,
en
verdad le aseguro,
como
es usted lacayo de esas cabras,
que
sólo en lance tal sufrió la mecha
el
pobre Juan Fernández en la brecha.
¿Y
qué sacó? esta pierna de rebaja.
¿Y
el jefe?
nada menos que la faja.
Y
así porque esta encina
desde
hoy no vuelva, con su orgullo necio,
de
tanto pobre arbusto con desprecio
á
honrarse con el nombre de heroína,
ó
voto á Dios le rompo la cabeza,
ó
me entalla usted esto en su corteza.»
Porque
nació más alta, es más felice;
y
porque es más felice, es la HEROÍNA.
¡Cuántos
héroes habrá como esta encina!
Juan
Fernández lo dice.
Seccion
politica: Fabula
IV. El falso heroismo
1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047
No hay comentarios:
Publicar un comentario