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viernes, 3 de octubre de 2014

La madre, el hijo y la concurrencia

Fastidiaba á una noble concurrencia
una madre amorosa, que asentaba
que de Adolfo á admirar iban la ciencia
si alguna fabulilla recitaba.
-«Ven acá –dijo -niño »
Y Adolfo, al escuchar su voz severa,
con mucha más pereza que cariúo,
la fábula empezó de esta manera.­
-«La OVEJA Y EL CORDERO. Cierto día
la oveja; con el tono que ella sabe,
daba á su hijo lecciones de ser grave,
las que él pronto olvidaba, ó no aprendía.
¿Lección, direis, y en una edad tan corta?
Es necio, sí. Mas voy á lo que importa.
La oveja en vano en enseñar se ahinca,
porque el hijo no aprende una palabra;
mas corre, y viene, y va cual suelta cabra,
y vuelta, y dale, y brinca que te brinca.
La madre del cordero era tan porra...»-
­Truncó Adolfo la historia de repente,
cual cayendo en estúpida modorra;
y es que viendo de dulces una fuente,
de su memoria en mengua,
dura como el turrón quedó su mente,
y en agua vuelta la movible lengua.
-«Sigue, niño» -la madre le decía.
Era tan porra... -el niño repetía;
la madre con sus guiños le hostigaba;
-y tan porra...» -el muchacho replicaba;
y con que si era porra, ó si no lo era,
llegó á cansar la sociedad entera.
La madre al fin le dijo, ya corrida:
-«Aparta, que estás siendo, majadero,
más torpe que el cordero de la historia,»­
Y ¡oh, qué frágil memoria!
¡no acordarse que ella era distraída
mas porra que la madre del cordero!

No hay acción mala ó buena
que aplicación no tenga, si es ajena.
Mas siendo propio el caso,
jamás la aplicación nos sale al paso.

Seccion moral: Fabula XX. Nunca una moral nos cuadra

1.095.5 Campoamor (Ramon de) .047

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